Nuestros primeros ancestros: ¿neandertales en las tierras de Estepona?
El periodo más antiguo de la historia de la humanidad se denomina Paleolítico, durante el cual se suceden diversas especies predecesoras de los humanos modernos. En Estepona se han encontrado varias herramientas de piedra local (sílex o cuarcita) elaboradas con una tecnología que nos puede remitir al hombre de Neandertal (cuyos restos más cercanos han aparecido en la Cueva de Gorham, en Gibraltar), el inmediato antecesor del hombre actual.
Estos ancestrales objetos han aparecido en sitios como Corominas, Arroyo Vaquero y el propio Casco Histórico de Estepona. La llegada del Homo Sapiens, el hombre moderno, a la Península Ibérica hace unos 30.000 años coincide con la paulatina desaparición de los últimos neandertales.
El hombre empieza a producir sus primeros alimentos. Entre el “neolítico” y la “Edad de los metales”.
Hace unos 7000 años, durante el conocido como “periodo Neolítico”, se producen importantes cambios entre los pobladores del sur de la Península Ibérica: el modo de vida habitual hasta entonces, basado en la caza y la recolección, va cambiando paulatinamente gracias a la adopción de la ganadería y una incipiente agricultura. Junto a las cuevas, el uso estacional de poblados al aire libre es cada vez más frecuente, como el localizado en Arroyo Vaquero.
Estas comunidades perfeccionaron la industria de la piedra tallada y elaboraron nuevas herramientas en piedra pulimentada, dedicada especialmente al trabajo de la madera. También fabricaron las primeras cerámicas.
Durante el Calcolítico, o Edad del Cobre (hace entre 5000 y 3800 años), sabemos que en las costas de Estepona, junto a la ganadería y la agricultura, se produce un importante aprovechamiento de los recursos marinos. Esta frecuentación del litoral propició a su vez una mayor explotación de los afloramientos de sílex de la zona de Corominas.
Prueba de estas frecuentaciones del litoral son los cientos de hoyos llenos de materiales arqueológicos descubiertos en el yacimiento de La Alberica. Otros yacimientos coetáneos son el Cerro del Alcornocal, Las Abejeras, Las Cacerías, La Escribana y las Mesas de Saladavieja.
Entre el Neolítico y la Edad del Cobre se produce un fenómeno muy extendido: el megalitismo, los enterramientos en dólmenes, grandes sepulcros colectivos realizados con piedras de gran tamaño. En la necrópolis de Corominas se han excavado cinco dólmenes intactos, que han conservado perfectamente los ajuares depositados en su interior. Las tumbas se realizaron revistiendo fosas excavadas en el terreno con grandes piedras (ortostatos), cubiertas a su vez por túmulos de tierra y piedras que servirían para que las tumbas pudiesen ser vistas desde cierta distancia, funcionando probablemente como auténticos hitos en el territorio que vincularían al grupo que hacía uso del cementerio con la tierra que explotaban para garantizar su subsistencia.
Los primeros poblados prehistóricos estables. La “Edad del Bronce”.
Durante las fases finales del Calcolítico y los momentos iniciales de la Edad del Bronce, hace unos 3800 años, surgen en la zona una serie de asentamientos situados en altura, entre los que destaca el Cerro de Los Castillejos, un poblado que domina desde la falda de Sierra Bermeja una vía de comunicación importante entre la costa y el interior. En estos yacimientos se constata la presencia de la conocida como “cerámica campaniforme”, decorada con motivos geométricos incisos practicados sobre el barro previamente a su cocción.
Es también a partir de estos momentos cuando se generaliza la metalurgia del cobre, muy escasa durante la fase anterior. En este sentido, es muy probable que algunos de los útiles metálicos procedentes de los yacimientos esteponeros de la Edad del Bronce se deban al inicio de la minería en los afloramientos de mineral de cobre de Sierra Bermeja, como los del río Guadalmansa. No será hasta muy finales de este periodo (hace 3.200 años) cuando se añadirá estaño al cobre, elaborándose auténticos bronces. De esta época se conocen poblados como Lomo Redondo.
Los cambios en las sociedades prehistóricas de la Edad del Bronce también se reflejan en sus necrópolis, como la que reutiliza los dólmenes de Corominas con una serie de enterramientos individuales, dispuestos en posición fetal, con unos ajuares en los que destacan los elementos metálicos, las cerámicas campaniformes e incluso una espiral de oro. Todo apunta a que los habitantes de estos primeros poblados estables quisieron “apropiarse” de las antiguas señas de identidad de sus antepasados, sus cementerios, reivindicando de ese modo su ancestral vínculo con estas tierras.